2 No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia; inclina a mí tu oído. El día en que te invoque, apresúrate a responderme,
3 porque mis días se han consumido como humo, y mis huesos cual tizón están quemados.
4 Mi corazón está herido y seco como la hierba, por lo cual me olvido de comer mi pan.
5 Por la voz de mi gemido, mis huesos se han pegado a mi carne.
6 Soy semejante al pelícano del desierto; soy como el búho de las soledades.
7 Velo, y soy como el pájaro solitario sobre el tejado.
8 Todo el día me afrentan mis enemigos; los que me escarnecen se han conjurado contra mí.