1 Como el ciervo anhela las corrientes de las aguas, así te anhela, oh Dios, el alma mía.
2 Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré y me presentaré delante de Dios?
3 Han sido mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?
4 Me acuerdo de estas cosas y derramo mi alma dentro de mí, cuando yo iba con la multitud y la conducía hasta la casa de Dios, con voz de alegría y de gratitud, haciendo fiesta la multitud.
5 ¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarle por la salvación de su presencia.
6 Dios mío, mi alma está abatida dentro de mí; me acordaré de ti, por tanto, desde la tierra del Jordán y de los hermonitas, desde el monte Mizar.